Lunes, febrero 3, 2014 Comentar
El pasado jueves 30 de enero asistimos al estreno del documental ‘Bustamante Perkins’ en el Auditorio de la Sgae de Valencia, en su sede de Blanquerías. Éramos un puñado de ciudadanos curiosos, dispuestos a mirar sin prejuicios la película de un hombre -que ha vivido como pocos la bohemia- y su obra; 63 años entretejidos con los materiales de la vida cotidiana, como esas mantas que se hacen con retales diferentes y que acaban por tener coherencia en su conjunto. Materiales a veces efímeros, como el tiempo y los sueños, otras mollares como la amistad o el amor que han servido a Julio para ir componiendo el día a día, las canciones y los dibujos, que todo en él viene a ser lo mismo. Composiciones hechas con una mirada de atento paseante, con un tempo personal ajeno a los relojes, con la invisibilidad de un ladrón de momentos esenciales, de frases pilladas aqui y allá que acaban siendo mejores que las originales; canciones cuajadas de dardos certeros que el público celebra, cada vez en todos los conciertos, porque tienen la gracia de pellizcar el subconsciente, de desvelar pequeños secretos colectivos, de atrapar lo grande que hay en los actos pequeños, con ternura. Por eso se ha convertido en un maestro, en una manera de concebir el pop mediterráneo y luminoso que fabrica desde su mítico ‘Cambrers’. Sus canciones son felices, ingenuas, entusiastas; a veces con contenidos complejos pero siempre presentadas con humildad de medios. Nada más esencial para él que cantar solo con su guitarra. Pop mediterráneo sin complicaciones, sin postureo musical para la galería, pero explicándose, sí; contando las cosas que nos pasan a las personas, sí; con esa grandeza del artista ensimismado que confunde la vida y la obra, que no quiere creerse que lo és -que para ese reconocimiento está el tiempo y el respetable-; y con ese estigma, tan valenciano, de crear rápido para quemarlo… y poder volver a empezar.
La sala estaba llena. Jueves, siete de la tarde. Creo que era la primera vez que ocurría esto en el entorno natural de Julio Bustamante, su ciudad, esa gran dama maltratada que tantas veces se nos rompe, que cuando parece que algo va a cuajar los demonios se la llevan para quebrarle las piernas; tan ajenos siempre, sus moradores, a cuidar los detalles, a sus hijos, sean o no ilustres. Es difícil amarla, pero Julio lo ha hecho con fidelidad. Sus canciones sobre ella lo atestiguan. Él, que nunca ha pertenecido a facción alguna, que no ha enarbolado la lengua como salvoconducto, sino más bien como algo tan natural como la ‘otra’; él, que no ha cargado con balas sus textos, sino más bien con ternura y humor -y amor-, que lleva con naturalidad aristocrática, sin victimismo, su sino de artista poco reconocido a pesar de los años en la brega, sigue siendo ese adolescente que empezó su carrera componiendo para otros y aún se le resiste el título de bachiller. Quizá por eso una generación de jóvenes en los últimos tiempos lo reivindica porque ve en él a un tipo honesto, un artista a tiempo completo, un ejemplo vital.
Xesc Cabot y Pep Garrido, dos catalanes con medio corazón en el sur, han captado esto. Nos han descubierto el pecio en nuestra Malvarrosa. Nos han mostrado la hermosura de nuestra ciudad, otra Valencia, ajena a eventos grandilocuentes, sin monumentos ni turistas de agencia, sin politicastros ni pelotazos, mestiza, abierta y con ingenio, despreocupada, sensitiva, en permanente construcción y sin una identidad dominante. Han venido a contarnos que Julio representa fielmente algo esencial de lo que llevamos dentro y de cómo se nos ve desde fuera: improvisadores, agudos inventores de bellezas fugaces, un poco alocados, amantes del fuego y de las noches embriagadoras del verano, atrapados entre el norte y el sur, con mucho juego y pocas reglas… Supervivientes.
‘Bustamante Perkins’, es un documental dirigido por Xesc Cabot y Pep Garrido, de Atiende Films. Ha sido Premio del público en el Festival Internacional In-Edit, de Barcelona, en 2013, y seleccionado en la Sección Oficial del Dock Of The Bay Festival de Donosti, en enero de 2014
Carlos Carrasco