Valencia y la Cultura

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VALENCIA  Y  LA  CULTURA

No es la primera vez que escribo sobre el extraño caso de la cultura en este país, ni tampoco seré, me temo, el primero ni el último en hacerlo. Bien conocida (y merecida, por cierto) es la fama de buenos artistas que tenemos los valencianos en todas partes, sin embargo esto es algo que obviaré porque no es ahora lo que viene al caso airear. Más bien me voy a referir a la parte oscura de esta realidad, por lo que tiene de paradójico, como apunté al principio. Es decir: por qué la política valenciana de uno u otro signo nunca ha tenido en cuenta, ni en su justo valor, el potencial de la cultura propia, tanto en lo que se refiere a imagen exterior como a la natural repercusión económica de su extenso y excelente caudal artístico.

Tal vez, en parte, esto haya venido ocurriendo, durante demasiado tiempo, porque convenía evitar que este tema, considerado a  menudo intrascendente (o como mucho pintoresco) por nuestra burguesía,  acabara por convertirse en uno de ésos debates políticos sin interés ni solución a corto o largo plazo. No vale aquí la excusa de que los árboles no dejan ver el bosque: al pensar (o sentir) de este modo lo que se revela como evidente es que ninguno de nuestros políticos quiere oír hablar, ni poco ni mucho, de este tipo de floresta autóctona. Debido a esta ceguera, demasiado pertinaz para ser considerada pasajera, los valencianos llevamos un inmerecido retraso respecto a otras comunidades europeas e ibéricas en lo que se refiere a nuestra identidad popular en cuanto a cultura y arte se refiere.

Y lo sorprendente es que, bien mirado, los valencianos no viven de espaldas a su cultura; de ser así el prestigio al que aludía antes nunca hubiera sido posible. Todo esto lleva indefectiblemente a pensar en algo más lamentable todavía: sucede que una riqueza tan evidente ha quedado entre nosotros como algo natural, y a partir de ahí se ha venido cometiendo el error de considerarla como algo superficial. No es cierto que el valenciano sea inculto, o anti cultural, como alguien llegó a proclamar llevado por una desesperación más que justificada. Se vea como se quiera, lo cierto es que las miras de Valencia (o su falta) respecto de su cultura todavía no alcanzan, a fecha de hoy, para ponerse al día y superar de una vez por todas lo que se tiene archivado (por desidia, no por ignorancia) como una maldición congénita.

No hace muchos años, en una entrevista concedida a un diario local, el profesor Felipe María Garín hacía especial hincapié en esta triste cuestión. Este buen hombre, gran eminencia de las Bellas Artes y a quien siempre daba gusto oír hablar en público, calificaba el secular descuido de nuestro mundo cultural de patético e insultante para todos. Según sus palabras, que ahora no tengo delante, las elites de esta sociedad nunca fueron capaces de hacer otra cosa por el Arte que comprar un cuadro con firma de relumbrón y colgarlo en el salón de su casa, y eso para envidia de propios y extraños… Ahí comenzaba y terminaba toda política cultural… Lo demás hubiera continuado siendo el silencio más absoluto de no haber sido por la ya mencionada actividad de los numerosos artistas locales y algunas iniciativas aisladas, siempre a la espera de un proyecto general que sólo ellos entendían y fomentaban.

La Cultura es un bien de todos, una cuestión indiscutible, pertenece a la comunidad entera y por lo tanto está por encima de cualquier interés partidista. Exactamente igual que otros servicios públicos, que para su correcta gestión han de estar apoyados por el poder fáctico pero al mismo tiempo han de ser independientes de él. Otros países, hace décadas, ya empezaron a sacar buen provecho de sus bienes culturales, por así decirlo. Pensaron, y llegaron a la misma idea, que para nadie resultó descabellada. Vieron que de la cultura del país se podía, y debía, sacar partido; lo mismo que de cualquier otro recurso natural. No hacía falta hacer de ello una bandera, simplemente algo así como una denominación de origen, una seña de identidad que, mira por dónde,  podía aportar una nueva fuente de ingresos al tiempo que daba una excelente imagen exterior. Estos países de que hablo: Italia, Francia, y no digamos Irlanda o Inglaterra, saben bastante acerca de este tema. Aunque no hace falta ir tan lejos cuando tenemos cerca el ejemplo de Euskadi, Cataluña, o Andalucía. El fondo del problema y su solución es el mismo, tanto para una sociedad entera como para cualquier individuo: si uno no se considera en lo que tiene y lo que vale, ¿quién lo va a hacer?

Julio Bustamante, noviembre 2010.

2 Comments on “Valencia y la Cultura

  1. Ayyyyyy…Juli, el texto de arriba tiene tanto de acierto y de cierto…

    Pues supongo que ahora mismo con Paquito el «Cramps», bien poco se podrá hacer, os toca a vosotros seguir ahí haciendo las cosas que haceís y difundiendo el valencianismo abierto y pintoresco, fresco que tanto gusta en el norte y en el sur…

    Yo te apoyaré forever amic!

  2. Bueno, hacemos lo que podemos. Lo importante es que las cosas fluyan y se abran por todas partes con la música como espacio común. Y el que se quiera encerrar que lo haga, que también es una opción. Un abrazo

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