Viernes, julio 30, 2010 Comentar
Nunca hemos negado que la gente de Comboi somos unos enamorados de la música americana, tanto negra como blanca, ya sea del norte o del sur. Tampoco que nos atrae la excitante explosión surgida en Estados Unidos entre los años 1965 y 1976, cuando una serie de bandas cuyo fundamento básico era el rock and roll abrazaron sin complejos elitistas el rico legado tradicional norteamericano, creando un sonido que se convirtió en género por méritos propios.
Este nuevo sonido fue bautizado como folk-rock, un estilo que toma la sencillez de las composiciones de la música folk fundiéndolas con la fuerza de la bases rock (bajo y batería) y enriqueciendo las voces solistas con armonías vocales en los coros.
Si miramos atrás en la historia reciente, hacia el año 65 la gran mayoría de los jóvenes grupos norteamericanos se vieron sorprendidos con el pie cambiado ante la avalancha de grupos británicos -con los Beatles a la cabeza- que en aquella época estaban dominando las listas y los gustos del público. Lo más peculiar del caso, es que estaban triunfando en Estados Unidos con un sonido fresco y comercial que se antojaba nuevo, pero que realmente se alimentaba del legado musical que, una década antes, habían popularizado los roqueros americanos.
Admirados ante esta propuesta, algunos de estos grupos decidieron copiar, con mayor o menor fortuna, la forma de construir sus canciones a la manera del emergente Pop de las Islas Británicas, a ver si sonaba la flauta y lograban subirse al carro de la nueva moda.
Pero también hubo otros, en el caso que nos ocupa, que pensaron en mirar hacia las dos orillas del Atlántico a la vez. ¿Se puede imitar a los Beatles y ser originales sin morir en el intento? Esta especie de venganza de ida y vuelta, tuvo su punto de partida el 21 de junio de 1965, fecha de edición del álbum titulado “Mr. Tambourine Man”, que llegaba firmado por un nuevo grupo llamado The Byrds.
Se trata de uno de los debuts más celebrados de la historia del rock y marcó las bases de futuro del género (el Folk-Rock). Con el tintineo de campana que surgía de sus guitarras Rickenbacker como sello de identidad, los inspirados arreglos vocales y la conjunción de talentos reunidos bajo un mismo paraguas: Gene Clark, David Crosby, Chris Hillman, Michael Clark y el carismático Jim McGuinn (años después cambiaría su nombre de pila por el de Roger), era difícil que se les resistiera un mercado ávido de novedades.
En este primer disco de los Byrds aparecen hasta cinco temas firmados por Bob Dylan y uno del comprometido patriarca del folk Pete Seeger, en unas creaciones (nos resistimos a llamarlas versiones) que desprenden tal originalidad que sorprendieron hasta a sus mismos autores. Es más, cuenta la leyenda que Dylan decidió montar su primera y legendaria banda eléctrica tras escuchar lo que habían hecho estos jovenzuelos con su música. Los Byrds establecieron el modelo que, al amparo de su inmediato triunfo (llegaron hasta el 6 de la lista de Billboard) siguieron multitud de grupos.
Muchos dirán que el primer disco de otra de las bandas imprescindibles para comprender el fenómeno: The Beau Brummels es anterior (un par de meses, ya que fue editado en Abril del 65) pero el mérito del hallazgo sonoro, la actitud y el compromiso de su repertorio artístico corresponde, según la mayoría de los críticos, a los Byrds, una franquicia que, además, con el tiempo se convirtió en un buque escuela por el que pasaron en sus diferentes reencarnaciones grandes nombres de la música norteamericana. No obstante, en un próximo artículo dedicado al country-rock comentaremos la impronta de los Brummels, así como la de los Lovin’ Spoonful de John Sebastian y los exquisitos Buffalo Springfield, que forman junto a los Byrds el primer gran pilar de bandas pioneras del rock con raíces americano.
Por Comboi
Mr. Tambourine man en Youtube: