Siempre nos quedará París…

Llegamos al aeropuerto Charles de Gaullea media tarde y nos encontramos con el metro en obras y un atasco monumental por carretera que nuestro taxi sorteó como pudo. Nos esperaban a cenar en un café-restaurant varado en el tiempo, con las paredes y el techo de estuco y cera, muchas fotos de artistas desaparecidos, y guantes de boxeo entre otros fetiches. Las treinta o cuarenta personas que nos miraron desde sus mesas de madera cuando entramos parecían felices, y a pesar del  rumor que levantaban se escuchaba perfectamente a un chanteur interpretando impecablemente a Brassens con su guitarra. Nos contaron que en aquel café, Aux Sportifs Réunis-Chez Walczak de la rue Brancion, en el límite del distrito XIV con el XV, acudía frecuentemente Georges Brassens, a la tertulia, desde la casa donde Jeanne y su marido le dieran cobijo durante 20 años, un par de manzanas más abajo.

Había expectación por escuchar a Eva Dénia cantar. Pierre Schuller, nuestro amigo y embajador en Francia había recomendado el trío al activo Concejal de cultura del distrito XV, Mr. Guy Coudert, convenciéndole para que cerráramos el festejo, y al acabar la cena  entre los dos la invitaron a cantar.  No defraudó. Se atrevió incluso con una cançó de batre, a capela, que dejó al respetable boquiabierto, al simpático concejal tranquilo y a Pierre más ancho que largo. Al otro lado de la calle el Parque Georges Brassens, en donde tocaríamos al día siguiente, se perfilaba entre las luces de farol y terminaba por perderse en una pendiente escalonada, entre los árboles.

El día siguiente también fue trepidante. Con el horario francés a cuestas visitamos la casa de Jeanne, en el Impasse Florimont, y también la de Brassens, junto a la de ella. Intentamos saludar a Pierre Onteniente, el que fuera secretario del poeta durante más de treinta años, y al que legó su casa, pero estaba ausente. La prueba de sonido se alargó hasta el almuerzo, y cuando nos dimos cuenta se habían hecho las cinco, la hora de tocar. El parque estaba lleno de gente que tomaba el sol o escuchaba alternativamente a los grupos que iban pasando: corales, cantautores, fanfarrias, recitados…, o paseaba entre las casetas de libros, dibujos y discos de los grandes de la chançon.

Había en la organización cierta preocupación por si el público permanecería hasta el final para ver al trío, pero no había motivo. Comenzamos frente a unas 700 personas que no se habían movido de sus asientos, y a las que permanecieron de pie junto al quiosco que servía de escenario, y ocurrió de nuevo: los franceses allí reunidos se contagiaron desde las primeras notas de esa rítmica latina y sensual que aportamos a su cancionero, y que Eva les descubre cada vez como un regalo que no creían merecer. Al acabar, el público se puso en pie y se congregó frente al escenario de una forma espontánea al saber que Eva iba a interpretar  la cançó de batre de nuevo. La gente emocionada nos preguntaba qué demonios era eso tan hermoso y espiritual que Eva les había regalado, y se la llevaban de un corro a otro para mostrarle su cariño y su respeto. Por un momento, y con la tarde ya cayendo me pareció que estábamos en 1959, y que de un momento a otro iba a aparecer el mismísimo Georges Brassens para enseñarnos a todos a cantar sus canciones intemporales.

Carles Carrasco

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Vídeos Eva Dénia Trio (Brassens)

De arriba a abajo y de izda a dcha: Eva Dénia Trio junto a Pierre Schuller, Eva Dénia junto al Concejal de cultura del distrito XV, Mr. Guy Coudert. París 2010, Eva Dénia. Festival Georges Brassens,París 2010, Pierre Schuller.